miércoles, 2 de mayo de 2012
Transmisión y psicoanálisis
Es una constante de nuestra clínica encontrarnos con producciones que en el discurso de nuestros pacientes dan cuenta del retorno de un saber no sabido, no disponible para el sujeto, ya sea porque se trate de un saber reprimido, renegado o repudiado.
Nos sorprendemos junto a nuestros pacientes cuando, a partir de un relato revelador (por parte de algun allegado, generalmente un familiar), sobre algun hecho traumatico no elaborado y excluido del discurso familiar (como puede ser un duelo silenciado por ejemplo), se iluminan o cobran nuevos sentidos muchos aspectos de la vida del paciente.
Por otra parte, junto a estas preocupaciones clínicas se ha agregado el interés por reflexionar sobre el destino sufrido por los descendientes de aquellos que les ha tocado vivir momentos tragicos de la historia, como los hijos de los deportados judíos, los descendientes del pueblo armenio, los hijos de desaparecidos en Argentina asi como en otros paises de latinoamerica, victimas todos, cada uno a su manera,de una fractura producida en la trama que une las generaciones, y portadores, a su pesar, de un secreto silenciado (al modo del “silencio de la losa sepulcral” del que habla Althusser) sobre su origen que, a falta de palabras, cargan en su cuerpo el sufrimiento de un duelo imposible de subjetivar que los inacapacita para la construccion de una novela familiar que les permitiria,no solo encontrar su lugar, sino tambien proyectarse en un futuro.
Jacques Hassoun, en su libro “Los contrabandistas de la memoria”, nos habla de lo que él llama una Transmisión lograda para oponerla a lo que serían sus fracasos, ilustrandondo sus ideas con muchos ejemplosen los que se desplaza con esa facilidad a la que nos tiene acostumbrados del psicoanalisis en intension a la extension. Citémoslo: “ Desprenderse de la pesadez de las generaciones precedentes para reencontrar la verdad subjetiva de aquello que verdaderamente contaba para quienes, antes que nosotros, amaron, desearon, sufrieron o gozaron por un ideal, ¿no es lo que podríamos llamar una transmision lograda?” , para concluir “una transmisión lograda ofrece a quien la recibe un espacio de libertad y una base que le permite abandonar (el pasado) para (mejor) reencontrarlo.”(1)
En la teoría psicoanalítica, esta transmisión se produce a través del pasaje del sujeto por el complejo de Edipo que, a partir de Lacan y de su intento de despejar la impregnación imaginaria del Edipo freudiano, podemos pensar como una operación significante, una metáfora mas específicamente, que Lacan denominó metáfora paterna, en la cual un significante, el Deseo de la Madre, es sustituído por otro significante, el Nombre del Padre, de lo cual resulta una nueva significación que conocemos como significación fálica. Es asi como las ausencias de la madre, sus idas y venidas, pueden comenzar cobrar una presencia simbólica, asi tambien como la deriva infinita de un deseo condenado a delizarse de un objeto a otro persiguiendo una falta imposible de colmar, puede encontrar su punto de basta, su límite, en el símbolo fálico, significante de la falta, de la falta del objeto del deseo materno.El niño se ve aliviado, de esta manera, de la carga de tratar de representar el falo para su madre, quien se revela a partir de ahora como carente.y deseante, con su deseo apuntando a quien estaria en condiciones de darle lo que le falta, aquel que detentaría el símbolo fálico. El significante del Nombre del Padre pone un límite, en definitiva, a la busqueda infinita por parte del hijo de encontrar el objeto del deseo materno, interrumpiendo el deplazamiento sin fin de la significación, haciendose cargo del enigma materno. Pone un término, en otras palabras a la omnipotencia del Gran Otro, a lo que podemos llamar la omnipotencia del sentido, creando una zona irreducible de sinsentido en el fundamento mismo de nuestra relación con el lenguaje, sinsentido que quedaría localizado en este lugar fundador de la metaforicidad que es el nombre del padre, impidiéndole, por lo tanto, su errrancia por todas las avenidas del discurso, como sucedería en la psicosis.
Podríamos decir, entonces, que se produce un efecto de simbolización de la falta, porque no se trata de la ausencia de un objeto, sino de algo que se ausenta de su presencia misma. Simbolizar lo real de lo imaginario de la castración no puede, por lo tanto, querer decir otra cosa que encontrar en la falta de pene en la mujer, la existencia del falo como un objeto metafórico, inexistente fuera del campo significante.
Coincidimos con Philippe Julien cuando afirma: “no hay sucesión padre/hijo, padre/hija, que no sea por transmisión de la castración. Ahora bien, la castración que lo (o la) afecta no es otra que la del padre mismo: no hay otra herencia.”(2)
Recordemos la advertencia de Lacan en “La cuestión preliminar...” sobre “los efectos devastadores de la figura paterna en los casos donde el padre tiene realmente la función de legislador o se la adjudica”. (3) En otras palabras, un padre-educador, omnipotente, omnividente, que hace de sus hijos el objeto de su goce en lugar de encontrarlo junto a una mujer.
Es necesario, por lo tanto, que este padre haya resignado el lugar que ocupaba en relación a su Otro primordial, renunciado al goce de encarnar su falo, para que pueda hacer transmisión de la falta, transmisión desde su falta, haciendo don de su deseo./
Por Daniel Larsen*/
Bibliografia:
(1) Jacques Hassoun: Los contrabandistas de la memoria. Ediciones de la flor. Buenos Aires. 1996.
(2) Philippe Julien: El amor al padre en Freud. Rev. Littoral. Editorial la torre abolida. Buenos Aires. 1990.
(3) Jacques Lacan: De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos 2. México. 1981
[*] Psicoanalista - Lic. en Psicología por la Universidad de La Plata. Buenos Aires. Argentina. Docente de la cátedra de Teoría psicoanalítica del Dr Rolando Karoty (entre 1987 y 1995). Ha escrito y publicado diversos artículos y ensayos en publicaciones digitales y graficas. El e-mail del autor es daoslarsen@hotmail.com
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